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viernes, 24 de mayo de 2013



 Parafilia


Una parafilia es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña.
Las consideraciones acerca del comportamiento considerado parafílico dependen de las convenciones sociales imperantes en un momento y lugar determinados. Ciertas prácticas sexuales, como el sexo oral o la masturbación, fueron consideradas parafilias hasta mediados del siglo XX, aunque hoy en día se consideran prácticas no parafílicas (siempre que la actividad del sujeto no se limite únicamente a ellas). Por ello resulta imposible elaborar un catálogo definitivo de las parafilias.
Las definiciones más usuales recogen comportamientos como el sadismo, el masoquismo, el exhibicionismo, el voyeurismo, la zoofilia, la coprofilia, la necrofilia, el fetichismo y el frotismo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Parafilia

jueves, 23 de mayo de 2013

podcast: netas de la escuela.

el mochaorejas



El Mochaorejas, la industria del secuestro


http://contralinea.info/archivo/2010/julio/190/fotos/mocha-orejas/daniel-arizmendi.jpg



El Mochaorejas, la industria del secuestro El 27 de febrero de 2009, 11 años después de su captura, Daniel Arizmendi López, el Mochaorejas; su hermano Aurelio, y una decena de sus cómplices fueron sentenciados por el juez Tercero de Distrito en materia de procedimientos penales, con sede en la cárcel de máxima seguridad del Altiplano, en el Estado de México, a 80 y 120 años de prisión, respectivamente, por los delitos de asociación delictuosa y secuestro. Contralínea retoma algunos de los testimonios de las víctimas que padecieron el terror a manos de uno de los delincuentes más sanguinarios de las últimas décadas José Réyez / Primera parte “Atado de pies y manos, un tipo me tira al suelo, me pone cinta canela en los ojos y tapones con algodón en los oídos. Ya boca arriba, siento que me jalan la oreja izquierda, luego una punzada y un profundo dolor; me escurre sangre por el cuello. Cicatrizan la herida con estopa quemada, casi ardiente. Me cortan la oreja después de escribir un recado que me dictan mis secuestradores. Les pido a mis hermanos que negocien mi libertad, que si no pagan mi rescate, me van a matar. Pegada al mensaje colocan mi oreja, manchada de sangre, y la envían a mis hermanos. Los presionan para que paguen más dinero por mi rescate. Me amenazan en todo momento con que me van a matar. Cortan cartucho. Disparan al aire. Me golpean en las costillas. Horas después, puedo ver la mutilación en un espejo viejo y oxidado incrustado en la pared.” Es el testimonio de Armando Sánchez Rodríguez, quien el 16 de octubre de 1996, a las ocho de la mañana, se encontraba en las canchas de futbol rápido, ubicadas en Joaquín Herrera y Avenida Circunvalación, colonia Morelos del Distrito Federal. Al caminar por el estacionamiento, un sujeto lo encañona por atrás con un arma de fuego y lo amenaza: “Tranquilo, tranquilo”. Le pide las llaves de su vehículo Windstar, Ford, Modelo 1995, y que se suba a una camioneta tipo Van. Adentro están otros tres sujetos que le colocan cinta canela en los ojos, en las manos y los pies, y lo acuestan boca abajo en la parte trasera del vehículo. Ahí empieza su viacrucis. Relata Armando: “Durante media hora, me pasean. Llegamos a una casa de dos pisos; subimos una escalera. Uno de los sujetos me guía al caminar. Permanezco en el interior de un baño en forma rectangular, encadenado del cuello con un candado y soportado a un orificio de la pared, sin venda y en una esquina. Cuando entran los sujetos en las mañanas o en la noches, apagan la luz para que no vea sus rostros. Hacen disparos de arma de fuego en el baño. Me exigen más dinero. Les digo que sólo tengo 400 mil pesos; se enojan. Me dan de comer sólo fruta y agua, y, en ocasiones, un vaso de leche y un pan”. “Para poder liberar a mi hermano, inicialmente me exige el secuestrador 8 millones de pesos. Le ofrezco 400 mil pesos. Como no accedo a darle más dinero, me dice el secuestrador que le va a hacer daño a mi hermano”, refiere Hermilio Sánchez Rodríguez en su declaración ministerial del 11 de agosto de 1998. El mismo día del secuestro, cuenta Armando, a las ocho y media de la noche, llega un sujeto que “me da una jerga y me dice que me quite el sudor. Siempre estuve con ropa interior durante mi cautiverio. Me pasa mi ropa y me ordena que me la ponga. Me entrega mis pertenencias, mi cartera con mis identificaciones, y 1 mil 500 pesos. Me pregunta qué me falta y le digo que la cara de un cristo con brillantes en la corona, con una cadena plana, ambos de oro de 18 quilates”. El lunes 21 de octubre de 1996, el secuestrador llama a Hermilio Sánchez a su domicilio y le dice que tiene un mensaje de su hermano Armando. Le pide que lo vaya a recoger en la parte de atrás del depósito de agua del sanitario de una gasolinera, ubicada en las calles Presidente Mazaryk y Moliere, en Polanco. Lo acompaña su otro hermano, Salvador, quien lo recoge. Efectivamente, contiene un pedazo de papel con la letra de Armando y en medio se encuentra una parte de su oreja ensangrentada. La impresión de Hermilio es escalofriante. Confirma que los facinerosos hablan en serio. Después de recoger el recado, ese mismo día en la noche, el secuestrador llama de nuevo a Hermilio y le dice que le va a cortar la otra oreja si no accede a pagar lo que exige. Le ofrece 2 millones de pesos. El secuestrador pide 3 millones 500 mil pesos. Después se baja a 3 millones de pesos, cantidad con la que no cuenta. Se cierra la negociación en 2 millones 500 mil pesos, y le notifica a su familia para que reúna el dinero, a todos los hermanos y la esposa de Armando. Finalmente, paga al secuestrador y sus cómplices para liberar a su hermano. Mientras tanto, Armando se debate entre la vida y la muerte. Cuenta: “Al día siguiente de que me cortan mi oreja, me sacan tapado de los ojos con cinta canela, me suben a un vehículo que avanza 15 minutos. Por un teléfono celular me comunican con mi hermano Hermilio Sánchez Rodríguez, quien se hace pasar por mi hermano Salvador, que es con quien exige hablar el secuestrador. Me dejan en la avenida Zaragoza, en una calle antes de Bulevar Aeropuerto. Del trayecto de la casa donde estuve cautivo a la avenida Zaragoza, hacemos 20 minutos. Sé la hora porque mi reloj siempre lo tuve en mi poder”. Ya con el dinero en la mano, el cual le exigen en billetes de 500 pesos y en fajillas de cinco paquetes de 500 mil pesos, y que los ponga en bolsas de fundas de almohada, y lo entregue debajo de un puente a la altura del 14.5 de la calzada Ignacio Zaragoza, recibe por teléfono las instrucciones del lugar y hora para la entrega. Le indican que debe llevar un palo con una bandera blanca. “El dinero se lo entrego a dos sujetos, uno de ellos moreno, de baja estatura, delgado, cabellos muy recortados, color negro, con aspecto de joven de provincia. Al llevar el dinero, en todo momento me siento vigilado por varias camionetas Suburban, en cuyo su interior viajan varios sujetos”. Al denunciar el delito de privación ilegal de la libertad, en su modalidad de secuestro, en contra de Aurelio y Daniel Arizmendi López, la víctima reconoce la voz del Mochaorejas, grabada en un casete y que pudo constatar hasta que fue trasmitida por televisión el miércoles 23 de octubre de 1998. Martín: cuatro días en manos del Mochaorejas A bordo de una Van, Martín transita en medio de la penumbra de las calles que los faros de la camioneta suele romper. Son las nueve de la noche y se apresta a ir a su casa luego de una jornada de trabajo en su negocio, una gasolinera de Cerrada Pantitlán número 82, esquina Cuauhtémoc, en la colonia México, en Ciudad Netzahualcóyotl, Estado de México. Es el fin de año de 1995. Apenas avanza tres cuadras, cuando se le cierra un vehículo Chrysler con cuatro sujetos a bordo. Es copado por dos de ellos a punta de pistola. Uno rompe el vidrio de la puerta del conductor con una pistola tipo escuadra, al tiempo que le ordena: “¡Quítate del volante, hijo de tu chingada madre y pásate para atrás!”. Mete la reversa para escapar, y a cambio recibe un disparó. La bala pega en la puerta delantera del copiloto. En medio de la confusión, brinca hacia la parte trasera de la camioneta, donde ya lo espera otro de los facinerosos que lo jala de los cabellos y lo tira al piso del vehículo. El que le dispara se pone al volante y avanza a toda velocidad. Sus captores son Antonio Muñoz Guadalupe, Daniel y Aurelio Arizmendi López, de la banda del Mochaorejas. Rápidamente, enfilan rumbo a la autopista México-Puebla. Apenas avanzan 10 calles sobre la avenida Zaragoza, cuando Martín es vendado de los ojos con una cinta canela. Se detiene el vehículo y lo trasladan a otra camioneta, que Martín, aún vendado, identifica como una Van por la amplitud del vehículo, el ruido de la máquina y el lugar donde lo acuestan en posición fetal. Siguen avanzando durante 40 minutos sin detenerse. Salen de la autopista y, poco antes de llegar a la guarida de los maleantes, pasan por una brecha de terracería. Martín siente cómo la camioneta brinca por el accidentado camino. Al llegar a la casa de seguridad, Martín escucha el ruido de un zaguán. En ese momento, dos sujetos lo bajan de la camioneta, lo toman de los cabellos, y lo suben por una escalera, de escalones altos y sin barandal. Lo colocan en una esquina de uno de los cuartos del inmueble que sirve de taller de autos robados. Hincado y de espalda hacia ellos, lo amarran de las manos con un cordón. Entonces le anuncian: “Martín, esto es un secuestro; no te va a pasar nada si cooperas con nosotros”. Martín, lleno de pánico y preso de adrenalina, intenta contestar. Apenas alcanza a balbucear algo cuando es interrumpido bruscamente por uno de de los sujetos que le dice: “Vas a hablar sólo cuando yo te lo autorice”. Reina el silencio y lo dejan solo en la penumbra. Escucha que los hombres platican a lo lejos. Media hora después, Daniel Arizmendi le pide los números telefónicos de su familia “para negociar”. Martín se los da. ?¿En qué tiempo pueden reunir 10 millones de pesos? –le pregunta el Mochaorejas a Martín. ?Voy a cooperar con ustedes para que todo salga bien, pero si se trata de esa cantidad, me van a tener que matar, porque no la tengo yo ni mi familia. Sólo puedo disponer de 300 mil pesos. ?Yo sé que tu hermano tiene dos gasolineras. Por 300 mil pesos yo no trabajo, pues somos varios entre los que hay que repartir el dinero –le dice Daniel. No hay más diálogo. Sale el Mochaorejas y lo dejan solo. Solo con sus pensamientos y aquel temblor que estremece su cuerpo cubierto de cobijas pestilentes, que hasta entonces percibe, tirado en el piso, titiritando, ya no sabe si por el estrés o por el intenso frío invernal que desde noviembre azota el Valle de Chalco, trata de controlarse, de pensar y de encomendarse a su familia. Piensa en sus hermanos, en sus padres, en su novia. Llora. Abatido, dormita, se revuelca, se estira y vuelve a la posición fetal. Pasa de la media noche. No sabe, agotado en cuerpo y alma, cuándo se queda dormido. Como una descarga eléctrica, un sobresalto lo hace despertar y seguir en la pesadilla. Vuelve a dormitar en horas interminables de tormento hasta que escucha el canto de los gallos, el ladrido de los perros, el trajinar de ese lugar. Dos cómplices del Mochaorejas, de vez en vez, suben al cuartucho: son los responsables de vigilar que la víctima no escape. Para eso les pagan. Son sicarios del secuestro, la fase superior del robo de autos. Lo llevan al baño, distante a tres pasos de la esquina donde lo arrinconaron y al que se llega subiendo un escalón grande, difícil de escalar. Lo cargan para que suba y baje del escalón. No hablan entre ellos, nada más cuchichean, se hacen señas, nada más pujan. Cuando Martín les pregunta algo, o les pide un cigarro, o permiso para ir al baño, los malosos hacen sonar una corneta para distorsionar sus voces. Unas voces chillonas que van del “chale al no mames y al chinga tu madre, te toca a ti primero cuidar a este güey; y del ya vas al me avisas cuando me toque a mí, carnal, mientras me echo una coyotita”. Unas voces que se pierden en la oscuridad infinita de esa noche que Martín supone puede ser la última de su vida. Luego viene el silencio, ya no hay voces humanas, nadie se mueve. Pareciera que está abandonado a su suerte. Quince horas después, a las cinco de la tarde del día siguiente, reaparecen sus captores, quienes le dan una torta de jamón, una cocacola en una bolsa de plástico con popote, un sándwich y tamales. Así se mantuvo durante el secuestro, con una comida al día. Con la esperanza de salir del cautiverio, también se fue el hambre. Los cómplices Habla Erick Juárez Martínez, cómplice del Mochaorejas: “Aurelio Arizmendi me invitó a participar en un secuestro. Recibí la indicación de su hermano Daniel de que me fuera al taller de la calle Norte 17, Manzana 275, Lote 11, colonia Independencia, Ejido de Ayotla, en el municipio de Chalco, para arreglar los cuartos, para que en cuanto ellos llegaran con el secuestrado, no hubiera papeles o cosas que pudieran ser identificadas. “Como a las 10 de la noche, Daniel y Aurelio Arizmendi llegaron con Martín. Iban acompañados de 10 personas que participaron en el levantón, en un Ford Econoline donde lo llevaban atado de las manos y vendado de los ojos. Yo le daba de comer, lo llevaba al baño y platicaba con él, mientras que otras cuatro personas lo vigilaban para impedir que se fugara. Al cuarto día, Daniel me ordenó que le dijera al secuestrado que no se preocupara, que ya iba a ser liberado, que su familia había pagado el rescate. En la madrugada, lo liberamos atrás de una gasolinera ubicada en la calzada Ignacio Zaragoza, donde Daniel le advirtió que no hiciera nada indebido porque lo rafaguearían. Por este asunto, me pagaron 10 mil pesos”. A las nueve de la noche del cuarto día, Martín es liberado. Lo dejan a dos calles de la avenida Zaragoza, en la colonia Santa Martha Acatitla, hincado, con la cabeza hacia el suelo, sobre la banqueta. Le dieron una chamarra y 100 pesos. Le devolvieron una cadena de oro en forma de torzal, con un dije con el logotipo de un gimnasio. Ahí queda, pasmado y vendado de los ojos. Antes de irse, los secuestradores le advierten que cuente hasta el 300. Si se levanta antes de 300, lo matan. Martín rememora su tragedia como si aún no acabara: “Cuando acabé de contar hasta 300, me quité la venda de los ojos, tomé un taxi y me fui a mi casa. Nunca me golpearon durante mi secuestro, solamente me jalaron de los cabellos bruscamente en mi detención. Me dijeron que si todo salía bien, primero dios, cuando me soltaran, no debía avisar a mi familia ni a la policía, y que nunca me volverían a molestar. Dos de los cuatro días que estuve secuestrado, pusieron a una persona a que platicara conmigo. Con él me desahogaba; era evangelista. Decía que participaba de los secuestros porque necesitaba dinero. Después de mi liberación, me enteré que se pagó por mi rescate 600 mil pesos, que juntaron mis hermanas”. Tres años después, al ver que sus captores son exhibidos en cadena nacional, Martín los denuncia. La aprehensión se anunció como un gran logro de la justicia mexicana. En realidad, detalla uno de los participantes en la detención del Mochaorejas, que omite su nombre por seguridad: “Su captura no fue un operativo de inteligencia de las fuerzas policiacas como se anunció, sino una traición de uno de sus cercanos, quien lo puso (avisó a la policía) y dijo la hora en que Daniel Arizmendi pasaría cerca del Toreo de Cuatro Caminos a bordo de su vochito. Fue una felonía de su gente”. “Mi primer secuestro” Ése fue el primer secuestro de Daniel Arizmendi, el Mochaorejas, y de sus cómplices, según el mismo Daniel describe en su declaración, contenida en el expediente de sentencia penal 78/2004-1, del 27 de febrero de 2007: “Mi primer secuestro fue el de un muchacho de nombre Martín, como de 30 años de edad a finales de 1995. Era dueño de una gasolinera, ubicada en avenida Cuauhtémoc, esquina con avenida Pantitlán. “Cuando iba saliendo de la gasolinera solo y a bordo de una camioneta Dodge, color blanca, Erick Juárez Martínez le cerró el paso con un vehículo Tsuru blanco, y otra camioneta que manejaba Joaquín Parra Zúñiga, en la cual también iban Raciel, Antonio Zúñiga y su hermano Epigmenio, el Epi. El secuestro fue sugerido por Parra Zúñiga y Juan Salgado Rogel”. Daniel se comunicó con la familia de Martín: la negociación duró dos días. El monto del rescate fue entregado en billetes usados de diferentes denominaciones en una caja de jabón Fab. Para recogerlo, Daniel envió a un testaferro, quien entregó el dinero a un tercero que se fue directo al taller de Valle de Chalco para contarlo y repartirlo. En el mismo expediente, Aurelio Arizmendi López cuenta de su participación en el secuestro de Martín Gómez Robledo: “Desde 1995, inicié mis actividades en los secuestros, cuando mi hermano Daniel, Joaquín Parra Zúñiga y Víctor Alcalá me comentaron que iban a secuestrar a Martín. Víctor nos dijo que esta persona tenía dinero y que podía pagar el rescate. Ellos ya tenían el plan de campanearlo (observarlo) cuando salía de su negocio y de levantarlo a tres calles de su establecimiento, para llevarlo a mi taller de la calle 17, de la colonia Valle de Chalco. “Fue levantado como a las ocho de la noche. Lo transportamos a bordo de su camioneta, una Van de color blanca. Lo llevamos a mi taller, lo vendamos de los ojos y lo amarramos, mientras negociaba mi hermano Daniel con su familia, desde un teléfono público”. El hermano de Martín, una vez que Daniel lo amenazó con que si no daban 600 mil pesos lo iban a matar, dijo que lo esperáramos tres días para reunir el dinero. A los tres días, ya estaba listo el dinero del rescate. “Quedamos de acuerdo que la entrega se iba a hacer colocando el dinero en una caja de galletas, en un billar que se encuentra al lado de la gasolinera. Mandamos a recogerlo a un amigo de Daniel que actualmente se encuentra preso en la Perla. Le dijimos que, una vez que tuviera la caja, se fuera para la avenida Zaragoza, cerca del puente del nueve y medio, donde nos la entregó. Mi hermano le dio 200 pesos por el servicio. “Nos fuimos a mi taller por el secuestrado; lo subimos a la camioneta y lo llevamos vendado hasta el Peñón de Zaragoza. Lo dejamos atrás de un hotel, sentado y vendado en la banqueta. Le dije que una vez que nos fuéramos, caminara a mano izquierda y encontraría la avenida Zaragoza para que tomara un taxi. Le di un billete de 50 pesos y nos regresamos al taller para repartir el dinero. En esa ocasión, me tocaron 40 mil pesos. Después de tener cada quien nuestra parte, nos retiramos a nuestras casas.” Secuestro, crimen en ciernes Expolicía judicial de Morelos, a Daniel Arizmendi se le conoce como el secuestrador más sanguinario que ha operado en México, pero con su detención no se frenó el ilícito. Decenas de bandas, formadas muchas por sus pupilos, proliferaron en todo el país. El Instituto para la Seguridad y la Democracia dice que en los años en que operaba la banda del Mochaorejas, entre 1995 y 1998, se registraban en México 1 mil 42 secuestros denunciados al año. Hoy las cifras apuntan a más de 8 mil. Con datos aportados por diversas organizaciones de la sociedad civil, apenas en mayo México se ubicó como el país de mayor incidencia en secuestros a nivel mundial. Un estudio realizado por el Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial, difundido por su director, Alejandro Desfassiaux, también presidente del Consejo Nacional de Seguridad Privada, revela que en México se denuncian, en promedio, 8 mil secuestros anuales. A ellos se suman los cientos de secuestros exprés que no se denuncian. El informe ubica al Distrito Federal con mayor incidencia del ilícito, con el 6.6 por ciento de los casos denunciados, seguido de Guerrero, con el 6.4 por ciento; luego Sinaloa, con el 5.2 por ciento; el Estado de México, con el 4.3 por ciento, y Chihuahua, con el 1.5 por ciento. La incidencia del secuestro exprés ubica también al Distrito Federal a la cabeza, seguido de Jalisco, Morelos, Sinaloa, Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. De la simple petición del rescate, Daniel Arizmendi innovó en sus maneras de presión mucho más sanguinarias: cercenar la oreja a sus víctimas y enviársela a la familia para presionar el pago. Se le atribuyen 21 secuestros y tres homicidios, dos de ellos porque no se pagó el rescate y uno más durante el intento de secuestro. En la mayoría de ellos, hubo cercenamiento de sus víctimas. Las autoridades judiciales contabilizaron la fortuna de Arizmendi por dichos ilícitos en 4.7 millones de dólares, 43 millones de pesos, 601 centenarios y 25 casas. Después de su captura, María de Lourdes Arias, esposa de Daniel, contó cómo su marido le anunció que ya no se dedicaría al robo de autos, ilícito en el que ingresó desde sus años como policía judicial, y que ya tenía otro negocio. Le dijo que había una persona que pagaría dinero por su libertad. Se refería a Martín, el muchacho de la gasolinera. Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2010/07/11/el-mochaorejas-la-industria-del-secuestro/

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL ABUELO ASESINO ALBERT FISH.


Historia de Albert Fish, sadomasoquista y caníbal
La famosa fotografía de Albert Fish a los 64 años
La famosa fotografía de Albert Fish a los 64 años
Nacido bajo el nombre de Hamilton Fish el 19 de Mayo de 1870 en Washington D.C., Albert Fish es considerado uno de los asesinos seriales americanos más notables y estremecedores del siglo XX. A los 5 años muere su padre así que su madre lo interna en un orfanato mientras ella trabaja para mantenerse. Expuestos los niños a constantes maltratos y abusos, Fish considera que era de los únicos que anhelaba llegara la hora de los cuerazos. Desde ese momento era ya un pequeño masoquista. Hay que tomar en cuenta que desde dos generaciones anteriores, varios familiares (se dice que 7 de parentesco directo) padecían de sus facultades mentales en diversos grados al punto de que un par de ellos terminaron sus días en instituciones mentales.
Los reportes de su niñez describen a Fish como un niño problema que cada sábado se desaparecía. A los 15 años se gradúa de la escuela pública y se cambia de nombre cansado de las burlas de los compañeros que le llamaban 'Ham and Eggs' En 1898 se casa con una muchacha 9 años menor que el, de este matrimonio resultan 6 hijos. Increíblemente Albert Fish fue un buen padre para ellos. Sus hijos fueron testigos de innumerables actos extraños y bizarros por parte de su padre, pero éste jamás abusó o golpeó en mala manera a alguno de ellos. Al menos eso es lo que se sabe al día de hoy. La mujer de Fish lo abandona para irse con un sujeto de nombre John Straube y al parecer ella tampoco era de lo mas sano mentalmente hablando. Años después aún con su amante por un lado, pide a Fish que regresen. De nuevo desaparece la señora Fish para nunca volver a ser vista por sus familiares.
Albert Fish se dedica a pintar y a decorar interiores para ganarse la vida y viaja por 22 estados de la unión americana, lugares donde se empleaba temporalmente. Muchas veces era despedido cuando surgían 'problemas' con los niños del lugar. Fish estaba obsesionado con el dolor y hacer daño a los demás, especialmente los niños eran el objetivo de sus perversiones. Los afroamericanos eran su especialidad debido a que en primera, eran los de condición más humilde y segundo porque a las personas de origen negro no se les tomaba en consideración cuando se quejaban. Así que nadie haría gran cosa para investigar o castigar a Fish por sus ataques y crímenes. Este comportamiento es característico de los asesinos seriales que siempre atacan a individuos débiles y desfavorecidos, tales como prostitutas, ancianos o niños como es en esta historia.
Fish establece que su primer asesinato ocurre en 1910 en Wilmington Delaware cuando despacha a un hombre. Los hijos relatan que el cambio drástico en su personalidad se dio tras el primer abandono de su esposa. Como nunca se divorció legalmente, no contaron sus siguientes 3 matrimonios. Al parecer Fish padecía regularmente de alucinaciones y sus hijos lo vieron no pocas veces subir a una colina cercana a su casa, alzar el puño al cielo a la vez que gritaba 'Soy Cristo!...' otra de las bizarras conductas de Fish era pedir a sus propios niños y jóvenes vecinos que le dieran de palazos en el trasero con una tabla especialmente hecha con puntas filosas hasta que lo dejaran sangrando del trasero. Sus hijos recuerdan los extraños juegos que proponía su padre en los cuales invariablemente perdía y el castigo era que le dieran de palos en el trasero. De lo cual se colige que el dolor le causaba un placer. Fish era de los fanáticos religiosos obsesionados con la muerte, los castigos divinos y de la redención basada en el sufrimiento además recopilaba información sobre canibalismo, tema del cual cargaba los mas retorcidos artículos en si mismo a donde quiera que fuera.
Noticia sobre un niño asesinado
Noticia sobre un niño asesinado
Según estimaciones policíacas, Fish pudo atacar una cifra cercana a las 100 víctimas. Y de acuerdo al mismo criminal, el cuenta aproximadamente 400 personas. Como hemos dicho, los niños siendo la principal atracción de su show de violencia. Que por mandato de Dios, el tenía por misión castrar a los niños, aunque ataca individuos de ambos sexos por doquier que trabaja. Varias veces fue arrestado por robo y diversos fraudes. Por la manía que tenía de escribir cartas obscenas a las mujeres que publicaban anuncios clasificados también fue procesado. En las instituciones mentales los médicos lo encontraron 'sexualmente perturbado' pero sano... según esto. Personalmente no entiendo que puede tener de sano en el caso de Fish introducirse trozos de algodón saturados de alcohol en el ano para luego prenderles fuego. Tampoco considero edificante clavarse alfileres y agujas en área del escroto o debajo de las uñas; alguna vez confesó a sus hijos 'Si tan solo el dolor no fuera tan doloroso!...' Los médicos a cargo de la evaluación psiquiátrica de Fish ni siquiera podían creer lo de los alfileres pero la radiografía de pelvis que se le tomó confirmó las torcidas declaraciones del psicópata.
Alfileres y clavos dentro del área pélvica de Albert Fish.
Alfileres y clavos dentro del área pélvica de Albert Fish.
Todas y cada una de las fechorías de Fish fueron en si una tragedia. Pero ninguno de sus crímenes pudo entrar a la historia como el del asesinato de la niña Grace Budd ocurrido en el año de 1928. Caso que fue ampliamente documentado e investigado por la policía hasta atrapar al asesino.
Fotografía de la niña Grace Budd
Fotografía de la niña Grace Budd
Edward Budd era un joven de 18 años deseoso de progresar, trabajar y contribuir con los gastos de su casa. La vida junto a su padre, madre y otros 4 hermanos mas bien era triste y deseaba un empleo en el campo donde el aire fuera limpio y puro. Decide publicar un anuncio clasificado en el New York World el día 25 de Mayo de 1928. Al siguiente lunes, día 28 del mismo mes toca a la puerta un hombre de edad avanzada llamado Frank Howard, granjero de Farmingdale Long Island que desea tratar lo de un empleo con su hijo Edward. La señora Delia Budd manda buscar a su hijo con la menor, una niña de nombre Beatrice y mientras le da un buen vistazo al viejo visitante. El señor Howard explica que toda su vida se había dedicado a pintar y decorar interiores pero que usando sus ahorros había decidido comprar una granja. Había mantenido seis hijos fruto de su matrimonio pero tuvo que criarlos solo puesto que su esposa lo abandonó hacía una década. Su aspecto era de un hombre ya mayor, de pelo gris, bigote caído igualmente gris y de cara amable y pacifica. Mediante mucho esfuerzo ahora la granja mantenía cientos de gallinas y decenas de vacas lecheras. Pero como uno de sus ayudantes se iba a cambiar de residencia es que requería reclutar uno nuevo.
Cuando Edward llegó, el señor Howard no pudo dejar de expresar lo fuerte y crecido que era el muchacho. Justo el tipo de personal para el empleo que tenía disponible. La paga ofrecida es de 15 dólares la semana, obviamente el muchacho acepta feliz el ofrecimiento. Así la situación, el señor Howard queda en pasar el próximo sábado por Edward y su amigo Willie a quien también acepta dar trabajo. Llegado el día el viejo no llega a la cita acordada sin embargo envía una nota avisando que un compromiso lo ha demorado y promete pasar el día domingo. Los muchachos están emocionados ante la expectativa del nuevo empleo y los señores Budd satisfechos de que tan rápido haya dado resultado el anuncio en el periódico.
La familia Budd
La familia Budd
A las 11 de la mañana del día siguiente apareció el señor Frank Howard en el domicilio de los Budd. Traía consigo fresas y queso fresco 'productos elaborados en su propia granja' la señora Budd corresponde los regalos invitando al señor Howard a que desayune con ellos. El señor Edward Budd Sr. tuvo así la oportunidad de observar al viejo y quedó con un buen sabor de boca ante la oportunidad que se presentaba a su hijo de poder trabajar en una granja con gente sana y emprendedora. A pesar de que el aspecto del señor Howard no era para impresionar en lo absoluto, la seguridad y amabilidad del mismo dejaron satisfecha cualquier duda al respecto. Una vez sentados a la mesa, entra por la puerta una niña de 10 años de edad, Grace Budd llega de la iglesia canturreando antes de saludar. De ojos color cafe grandes, cabello oscuro que contrastaban con su piel pálida y sus labios rosados impresiona a todos los hombres que la miran de cerca, no siendo la excepción el señor Frank Howard quien no puede apartar su mirada de la joven Budd. Luego le pide a la guapa niña que demuestre que tan buena es para contar y saca un fajo de billetes ante la atónita y sorprendida mirada de los Budd, quienes jamás habían visto tanto dinero junto 'Noventa y dos con cincuenta centavos...' contesta la niña y en premio le da 50 centavos para que compre dulces.
El señor Howard promete pasar mas tarde por los jóvenes a quienes les da un par de dólares 'para que se vayan al cine' puesto que antes debe atender un compromiso familiar. Su hermana había hecho una fiesta para una de sus hijas. Y justo ya para salir de la casa, con los dedos en la puerta al señor Howard se le ocurre invitar a la pequeña Grace para que lo acompañe a la fiesta de su sobrina. La señora Delia Budd pregunta que donde es la fiesta y este le responde que en la calle Columbus y la 137 y duda que deba dejar ir su niña a la tal fiesta, pero el señor Budd la convence dado que a la niña no le toca divertirse mucho, de ese modo la señora ayuda con su abrigo a la niña y la ve partir con el anciano hasta perderse de vista por la calle.
El detective William King perseveró hasta capturar a Fish
El detective William King perseveró hasta capturar a Fish
El señor Howard había prometido traer de regreso a la pequeña Grace antes de las 9 de la noche pero el tiempo paso en vano aquella tarde sin una sola noticia de la niña o del anciano. Pasaron una inaguantable noche sin dormir sufriendo por saber que estaba ocurriendo y trataban de consolarse creyendo que tal vez la fiesta se habría alargado y que la pequeña Grace estaría con la sobrina del señor Howard. Al día siguiente Edward es enviado a investigar a la dirección que había dicho el viejo, pero no encuentra el lugar y acto seguido da aviso a la policía. A continuación todo fueron malas noticias para la dolida familia Budd. De acuerdo a las primeras pesquisas no existía ni la dirección de la calle 107, ni tampoco un tal Frank Howard y mucho menos una granja de las características reportadas en Farmingdale Long Island, aquel viejo que había desaparecido con la hija de los Budd era un fraude. Fueron mostradas a la familia una serie de fotografías de conocidos abusadores, pederastras y criminales pero no hubo resultados favorables. El 7 de Junio se envían más de 1,000 volantes a las estaciones de policía donde se detalla el aspecto de secuestrada y secuestrador. Esta acción desata una fiebre de avistamientos de la niña Grace, muchos de los cuales resultan engaños pero a pesar de todo cada caso tuvo que ser revisado por los 20 detectives que se hacían cargo del caso. Pero hubo un par de evidencias sólidas. La policía pudo hallar la oficina de la 'Western Union' desde la cual el tal Frank Howard había enviado el recado del sábado e inclusive se recuperó la nota original escrita a mano. También se pudo encontrar el carrito donde se había comprado el queso fresco que Howard había regalado a la familia la mañana del domingo. Estos hallazgos fueron en el East Harlem, por lo que la zona adquirió el foco de las investigaciones policíacas.
Volante con la información del secuestro
Volante con la información del secuestro
De hecho para la policía de Nueva York la desaparición de menores no era un crimen desconocido. En 1927 se había reportado la desaparición de Billy Gaffney. El 11 de Febrero jugaba afuera de su casa con un niño de 3 años y cerca estaba otro muchachito de 12 años cuidando a una hermana menor, pero este tuvo que entrar a casa al escuchar el llanto de la bebe y minutos después al regresar notó la ausencia del par de chicos y le contó al papa del niño mas pequeño que también se llamaba Billy. Tras la consabida búsqueda hallaron al pequeño Billy en la azotea del edificio y la pregunta obligada fue '¿Dónde esta Billy Gaffney?...' a lo que el niño responde que el coco se lo llevó, literalmente 'The boogey man took him.' Al día siguiente inició la búsqueda por los alrededores pues se pensó que el niño pudo haber caminado y caído en el canal de aguas negras cercano o en algún agujero de construcción. Nadie tomo en cuenta la opinión del pequeño testigo y su sencilla descripción del secuestrador. Ante la futilidad de aquellos esfuerzos a alguien se le ocurre escuchar con atención a la descripción dada por el niñito quien relata que el 'boogey man' es un viejito de complexión delgada, con bigote y cabello grises. Sin embargo la policía no presta gran atención a esta interesante descripción que NO es conectada con un anterior crimen adjudicado al 'Grey Man'... el hombre gris en español.
Albert Fish, el Grey Man
Albert Fish, el Grey Man
En Julio de 1924 el niño de 8 años Francis McDonnell jugaba al frente de su casa en Staten Island, la madre estaba sentada el poyo de la casa cuando observó a un anciano en medio de la calle hablando consigo mismo, el anciano hizo un saludo con su sombrero y desapareció por la calle. Horas después aquel viejo sería visto de nuevo observando a Francis y los otros niños que jugaban a la pelota. Minutos más tarde este platicaba con Francis y juntos desaparecieron. Luego un vecino vio a un niño muy parecido a Francis caminando junto a un viejo pordiosero cerca de un área boscosa. La desaparición del niño no fue notada hasta la hora de la merienda, su padre un oficial de policía organizó la búsqueda y en efecto, fue hallado debajo de hojas y ramas en el bosque. El niño había sido brutalmente atacado y asfixiado de tal modo que las autoridades dudaron de que el viejo y frágil anciano haya tenido la fuerza de inflingir semejante daño a la víctima. Entonces se supuso la existencia de un cómplice. La cacería del asesino pronto se echo a andar pero sin grandes resultados a pesar de los esfuerzos y de la formidable cantidad de agentes involucrados en la misma. Los expertos en huellas dactilares de Manhattan fueron llamados a escena pero con nulos resultados. La testigo principal fue la madre de Francis quien nunca pudo olvidar el aspecto gris y decaído del Grey Man... el caso quedó en ese momento, en el absoluto misterio.
Habían pasado ya 6 años de la desaparición de la niña Grace Budd y el único que aún no se daba por vencido era el detective William F. King encargado del caso, pero justo cuando faltaban 4 semanas para que la oficina de personas desaparecidas cerrara oficialmente el caso ocurrió un hecho estremecedor y afortunado a la vez: Uno de esos días, la señora Delia Budd recibió una carta que gracias a que no sabía leer la salvó de una terrible impresión. Edward Budd es quien le da lectura a la misma e inmediatamente corre a entregarla a la policía. La carta decía mas o menos lo siguiente. Dada su bárbara naturaleza varias veces fue censurada:
Querida Sra. Budd
En 1894 un amigo mío se embarcó como ayudante de cubierta en el vapor Tacoma siendo el capitán John Davis. Navegaron de San Francisco a Hong Kong en la China. Al llegar allá el y otros dos marineros desembarcaron y se fueron a emborrachar. Al regresar a puerto, el barco se había ido. En ese tiempo China padecía una hambruna, cualquier tipo de carne costaba de 1 a 3 dólares la libra. Tanto era el sufrimiento de los pobres que los niños menores de 12 años eran vendidos como comida con el propósito de que los demás no murieran de hambre. Un niño o niña menor de 14 años no estaba seguro en las calles. Uno podía ir a una tienda y pedir carne, costillas o bisteces y al mostrador era traída alguna parte desnuda del cuerpo de un niño para que uno eligiera lo que mas deseara. El trasero de niño o niña que es la parte más deliciosa del cuerpo era vendida como un corte fino a un precio alto. John permaneció en aquella tierra por mucho tiempo al grado de tomarle gusto a la carne humana. A su regreso a Nueva York se robó dos niños de 7 y 11 años. Los llevó a su casa donde los desnudo y amarro en un closet. Quemó todo lo que traían puesto. Varias veces durante los días y las noches los apaleo y torturó con el objetivo de que la carne les quedara buena y tierna. El primero en matar fue el niño de 11 años, puesto que tenía el trasero más grande de los dos, es decir tenía la mayor cantidad de carne. Cada parte de su cuerpo fue guisada y comida excepto la cabeza, los huesos y las vísceras. Todo el fue hervido, frito y guisado. El niño pequeño fue el siguiente y pasó por el mismo proceso. Por ese tiempo yo vivía en la 409 y la 100 muy cerca, por la parte derecha. Tan seguido me decía lo buena que era la carne humana que me hice a la idea de que debía probarla también. El domingo 3 de Junio de 1928 toqué a su puerta en la 406 oeste y la calle 15. Llevaba queso y fresas, tomamos el almuerzo. Grace se sentó en mi regazo y me besó. Me propuse comerla. Bajo el engaño de llevarla a una fiesta le pedí le diera permiso a lo que usted accedió. La conduje a una casa vacía que había elegido con anterioridad en Westchester. Cuando llegamos, le pedí que permaneciera afuera. Mientras ella recogía flores subí las escaleras y me quite todas mis ropas. Sabía que si no lo hacía de ese modo, podría mancharlas de sangre. Cuando todo estuvo listo fui a la ventana y la llamé. Me escondí en el closet hasta que estuvo en el cuarto. Al verme desnudo comenzó a llorar y trató de escapar por las escaleras. La sujeté y ella dijo que le diría su mama. Primero la desnudé ¡cómo pataleó, araño y me mordió! pero la asfixie hasta matarla. Luego la corté en pequeños pedazos para poder llevar la carne a mi lugar. Guise su rico y delicioso trasero. Me tardé 9 días en consumir todo su cuerpo. De haber querido hubiera tenido sexo con ella, pero no quise. Murió siendo virgen.
Nadie podía creer que la carta fuera realidad, sino que era obra de algún sádico que deseaba molestar a los señores Budd, sin embargo el detective King se dio cuenta que algunos detalles de la carta coincidían con los del secuestro de la pequeña Grace Budd además de que la letra coincidía con la del recado recuperado hacía 6 años atrás. El sobre de la carta aportó una pequeña pero crucial pista. Tenía impreso un pequeño símbolo hexagonal y siglas de una asociación de beneficencia. Se hizo una reunión urgente con los miembros a la vez que todos hicieron la prueba de escritura para ver si en algún caso coincidía con la de 'Frank Howard' El detective King pidió en la junta que por favor alguien dijera si había tomado la papelería de la sociedad y la había llevado a algún lado. Fue entonces que un joven empleado de limpieza aceptó haber tomado algunas hojas y sobres, pero que los había abandonado en su antigua pensión de la calle 200 este y la 52. La casera del lugar quedó sorprendida al escuchar la descripción sobre 'Frank Howard' que coincidía con la de un hombre viejo que había vivido en ese lugar por dos meses y que tenía dos días de haber salido del lugar. El inquilino se hacía llamar Albert H. Fish y le había pedido a la señora casera que le guardara una carta que esperaba de su hijo quien trabajaba en el cuerpo de conservación de Carolina del Norte. El hijo regularmente mandaba dinero de esta manera a su viejo padre. Luego la oficina postal informó a King que había interceptado una carta para Fish, pero como este no había contactado a la casera temió que algo hubiera asustado al viejo y lo haría huir. El 13 de Diciembre de 1934 la casera llama al detective King, Albert Fish esta en la pensión esperando por su carta. El viejo tomaba una taza de te sentado cuando el detective King apareció tras la puerta y movió afirmativamente la cabeza cuando preguntaron por su nombre a la vez que se ponía de pie. Inmediatamente alcanzó un pequeño cuchillo de su chaqueta y lo interpuso entre el y el policía. Esta maniobra enfureció a King quien rápidamente lo tomo y torció de la mano exclamando triunfalmente 'Ya te tengo!...'
El detective King deteniendo a Albert Fish
El detective King deteniendo a Albert Fish
Las confesiones de Albert Fish fueron escuchadas por numerosos oficiales y psiquiatras, siendo la mayor parte una inenarrable serie de depravaciones que nadie hubiera creído a no ser porque los detalles fueron corroborados uno tras otro. Y resultaba mas increíble aún considerando el aspecto débil y decrépito del psicópata que la policía tenía ahora bajo custodia.
El detective King fue quien tomo la declaración inicial de Albert Fish, quien dijo que en el verano de 1928 la sed de matar lo había dominado y que inicialmente era el joven Edward Budd a quién tenía planeado asesinar cuando leyó el anuncio en los clasificados. El plan era conducirlo a un lugar alejado mediante engaños, someterlo y cortarle el pene para dejarlo morir sangrando. Después de visitar la casa de los Budd la primera vez, fue a comprar sus 'instrumentos del infierno': cuchillos de carnicero y una sierra. Los envolvió en un paquete y los dejó encargados en un puesto de periódicos. A pesar de que Edward Budd era ya un joven fuerte y de buen tamaño se hizo a la idea de que podría someterlo a él y a su amigo Willie. Los detectives entendieron que Fish sabría como hacerlo a final de cuentas.
Pero nada mas fue ver a Grace Budd que inmediatamente cambió de planes: era a ella a quien desesperadamente deseaba matar. Una vez armado el engaño de la fiesta fue con Grace al puesto de periódicos por su paquete, luego tomaron un tren en el Bronx hacia el poblado de Westchester. Para la niña compró boleto sin regreso. En la estación de Worthtington, el viejo estaba tan absorto en su torcido plan que olvidó el paquete en el tren. Irónicamente la niña Budd le hizo notar el olvido. El viaje había durado ya 40 minutos, pero como la niña apenas había salido de su ciudad un par de veces, la experiencia la tenía contenta y felizmente entretenida.
Wisteria Cottage
Wisteria Cottage
El destino del viaje era una construcción semiabandonada llamada Wisteria Cottage, lugar en medio de un área boscosa al cual llegaron después de andar por un camino muy solitario. Llegados al sitio, la niña se quedó en el patio entretenida recogiendo flores silvestres. Fish sube al segundo piso, desempaca las herramientas y se desviste. Acto seguido llama a la niña a que suba al cuarto. La pobre niña sube aún con un ramo de flores en la mano y al ver al viejo desnudo grita y trata de escapar por las escaleras pero es atrapada en el acto. Fish la toma por el cuello y la asfixia hasta matarla. El hecho de estrangularla le provee de enorme excitación sexual. Coloca la cabeza de la niña en una lata de pintura y procede a decapitarla procurando vaciar toda la sangre derramada en la vieja lata, la cual después avienta al patio de la propiedad. Desviste al cadáver ya decapitado y lo corta a la mitad. Ese día llevó consigo algunas partes del cuerpo las cuales envolvió cuidadosamente en papel periódico. Días después regresó al sitio para llevarse mas partes. Lo que sobró lo tiró por la pared trasera de la edificación. Las herramientas fueron desechadas del mismo modo. Ante la pregunta del detective King del por que había cometido un acto tan terrible contestó: 'Usted sabe, jamás podría explicarlo...' El capitán John Stein quiso saber por qué había escrito la cara a la señora Budd a lo que respondió que tenía una manía por escribir cartas.
Búsqueda de los restos de Grace Budd
Búsqueda de los restos de Grace Budd
Ese mismo día la policía recuperó los restos de la niña Budd ante la mirada impasiva de Fish que fue llevado por igual, a la escena del crimen. Por la noche el asistente del fiscal, Francis Marro quiso conocer la razón del crimen de Grace Budd a lo que Fish afirmó que todo era causa de su 'sed de sangre' que lo dominaba al punto de cometer los crímenes que se le imputaban. Una vez que la había matado lo embargó una gran tristeza y al punto deseaba poder dar su propia vida para dársela a la niña, pero el asunto ya estaba hecho. Se le preguntó si había violado a la víctima ante lo cual su reacción fue de total firmeza 'Jamás entró en mi cabeza!...' En ese momento nadie quiso preguntar sobre los detalles de canibalismo que Fish había escrito en la carta. Tal vez nadie quería creer que era capaz de hacerlo, pero también se vislumbraba una estrategia para reservar esos oscuros detalles e impedir que Fish fuera declarado loco o incapaz de sostener el juicio penal.
Recuperación de los restos de Grace Budd
Recuperación de los restos de Grace Budd
El mismo día de la captura la información se filtró a la prensa quienes inmediatamente fueron al departamento de los Budd para cubrir la noticia. Edward Budd y los padres fueron llevados a la comisaría para identificar a Albert Fish. Fue increíble la falta absoluta de emoción o remordimiento que mostró el viejo al ser increpado por los mortificados padres que con lágrimas en los ojos le reprochaban haberse llevado a su pequeña hija.
Para sorpresa de algunos el historial criminal de Fish no era escaso y había sido fichado por vez primera en 1903 cuando se le encarceló por robo agravado. Desde entonces a la fecha seis veces había sido puesto en custodia pero salía libre ante la falta de pruebas contundentes. Había estado de hecho en instituciones mentales dos veces.
Fichaje de Albert Fish en 1903
Fichaje de Albert Fish en 1903
Comenzó el proceso de culpar a Fish por asesinato y secuestro. Cada entidad donde había sido cometido cada uno de los crímenes tenía que armar el caso cuidadosamente. Es en este momento que la policía recibe el testimonio de un chofer de trolebús que reconoce en Fish al hombre que una vez transportó y que venía con un pequeño niño a quien con muchos trabajos mantenía a su lado. El pequeño lloraba por su madre e iba sin abrigo. Aquel niño resultaría ser Billy Gaffney. Cuando finalmente Fish confiesa el asesinato del niño, el mundo tiene que enterarse de la horripilante suerte de Billy Gaffney. Según sus propias palabras al niño lo condujo a un lugar solitario por la Av. Rikers, a una casa solitaria no lejos del lugar del secuestro. Dentro de la casa, lo maniató firmemente quemó sus ropas y tiró a la basura sus zapatos. Con un trapo sucio tomado de ahí mismo amordazo al infante. Al día siguiente regresó armado de sus 'herramientas'. La tortura comenzó con una serie de azotes por la espalda y trasero hasta que la sangre escurrió por las piernas del niño, le cortó nariz, orejas y abrió sus cachetes de oreja a oreja, para cuando le sacó los ojos, el niño ya había fenecido. Con un cuchillo perforó el abdomen del niño procurando beber la sangre que manaba de la herida. En una bolsa que llevaba colocó nariz, orejas y algunas rebanadas del vientre del niño que envolvió y transportó con papel. La cabeza, brazos y piernas las colocó en sacos cargados de piedras los cuales arrojó a un canal de aguas negras cercano. Con lujo de detalles Fish confesó a las autoridades como había guisado las orejas y la nariz, horneado el trasero y de como y que verduras había empleado en el proceso. Tal parecía un ama de casa platicando como si nada, los pasos para preparar un exquisito estofado.
Delia y Albert Budd Jr. durante el juicio
Delia y Albert Budd Jr. durante el juicio
Ya en custodia y conociendo la calidad de criminal que era, Fish era reconocido por los testigos de las fechorías que había cometido. Un hombre de Staten Island lo identificó como el sujeto que había tratado de engatusar a una hija suya hacia un área boscosa donde 3 días después apareció el cuerpo de Francis O'Donnell en 1924. La muchacha entonces de 8 años y ahora finalizando la adolescencia identificó a Fish como el 'Grey Man'. A Fish también se le asoció al crimen de una muchacha llamada Mary O'Connor ocurrido en 1932. El cuerpo mutilado de la mujer había aparecido muy cerca de una casa que Fish había pintado. Con todas esas acusaciones y tan graves cada una, la única oportunidad de Fish para salvarse de la pena capital era ser declarado desquiciado mental, tarea de los psiquiatras forenses que analizarían el caso.
Albert Fish y su abogado James Dempsey
Albert Fish y su abogado James Dempsey
El doctor Fredric Wertham estableció que la perversidad mostrada por Albert Fish no tenía siquiera paralelo alguno en los anales de la siquiatría. El sadomasoquismo contra los niños, especialmente los varones era parte fundamental de su desequilibrio sexual. Inclusive Fish comentó al Dr. que siempre había tenido gran deseo de hacer daño y de recibirlo también. Parecía disfrutar de todo lo que fuera doloroso. Cualquier cantidad de deplorables actos con sus órganos excretores eran la norma del señor Fish, quien gustaba de colocarse trozos de algodón saturados de alcohol para luego prenderles fuego. Actividad que también inflingía regularmente a sus víctimas infantiles. Luego Fish confesaría que había tenido alrededor de 100 víctimas a lo largo de su vida. Por lo general mediante engaños con dinero y/o dulces abducía niños afroamericanos a quienes la policía no prestaría gran atención por su desaparición. Jamás regresaba a trabajar al mismo vecindario por la misma razón. Fue así que pasó hasta por 22 estados de la unión americana. Muchas veces perdió su empleo de pintor al ser sospechosamente ligado a los incidentes de los niños. Era muy dado a escribir cartas obscenas, cartas que no tenían por objetivo molestar sino buscar con quien practicar sus fantasías sadomasoquistas.
Albert Fish durante el juicio
Albert Fish durante el juicio
Eran tantas cosas increíbles las narradas por Fish que el doctor Wertham no podía creerlas juntas, especialmente lo de las agujas. Fish solía encajarse alfileres y diversas puntas en el área comprendida entre el escroto y el ano de tal modo que algunas ya no pudo sacarlas de nuevo. Al tomar la radiografía correspondiente se pudo corroborar esta información. Esta otra horrible manía de Fish era practicada contra sus victimas. Se supo que a la edad de 55 años comenzó a sufrir de alucinaciones sobre Cristo y sus Angeles. Así fue creando algunas ideas que mezclaban sus concepciones torcidas con algunos preceptos bíblicos y repetía constantemente sus propias sentencias. Llegó a creer que Dios mismo le había puesto por misión torturar y castrar niños pequeños. Mandamiento que había efectuado no pocas veces el señor Fish. Según la opinión de Wertham, Fish rebasaba toda concepción y fronteras entre la cordura y la locura. De que padecía de psicosis religiosa no había mas dudas, inclusive sus hijos lo habían visto flagelarse hasta sangrar y Fish decía que si fuera algo malo ya hubiera llegado un ángel a detenerlo como en el pasaje bíblico donde un ángel detiene a Abraham cuando iba a sacrificar a su propio hijo. Y así esa era una de las excusas que tenía mentalizadas cuando se cebaba con sus víctimas. El doctor concluyó que Albert Fish estaba legalmente desquiciado. La personalidad de Fish era introvertida e infantilista y sus conceptos sobre el bien y el mal estaban gravemente distorsionados por las alucinaciones y el severo cuadro de psicosis paranoide, que le era imposible distinguir claramente entre lo correcto y lo contrario.
La batalla legal se centró en determinar si Albert Fish estaba sano y competente o lo contrario, totalmente loco. El doctor Wertham estaba convencido de su locura, pero otros cuatro doctores especialmente de los centros psiquiátricos que anteriormente lo habían declarado 'sano e inofensivo' opinaban lo contrario. La defensa adoptó la primera postura. Mientras tanto Fish se mostraba apático de su situación, ya no le importaba la vida ni la muerte, aunque en algún punto del juicio llegó a comentar a su abogado que deseaba seguir viviendo 'porque Dios todavía le tenía mas misiones que cumplir...' El juicio comenzó el 11 de Marzo de 1935 en Nueva York, siendo el fiscal de distrito Elbert F. Gallagher y el abogado defensor James Dempsey que basó su ataque en demostrar la incompetencia de los doctores que habían determinado años atrás que Fish no constituía un peligro y también demostrar que Fish padecía de una intoxicación por plomo típica de los pintores de brocha gorda. En cambio la estrategia de Gallagher se basó en demostrar como Fish había estado perfectamente consciente de sus actos, de como había premeditado cada uno de sus movimientos y de la plenitud de su memoria y orientación a pesar de su avanzada edad. En un momento dado se argumentó que alguien capaz de comerse a un niño no podía estar cuerdo. La familia Budd testificó y hasta se llevaron en una caja los restos de la niña Grace Budd. El dramático juicio duró 10 días, resultando Fish sentenciado a la pena capital en la silla eléctrica. Se dice que el indiciado no estuvo de acuerdo con el veredicto pero el hecho de ir a la silla le resultaba hasta cierto punto atractivo. Incluso un reportero del Daily News escribió: 'sus ojos llorosos destellaron ante la idea de ser sometido a un calor mucho mas intenso comparado con el que usualmente se quemaba para satisfacer su lujuria...' El 16 de Enero de 1936 Albert H. Fish fue ejecutado en el penal de Sing Sing, lugar donde también yacen sus restos.

lunes, 13 de mayo de 2013








CARTA DE JACK EL DESTRIPADOR A LA POLICÍA:

“Dear Boss: (Querido Jefe) 


Continuamente sigo escuchando que la policía logro detenerme pero 
no lo harán todavía.
Me he reído cuando se creen tan inteligentes y hablan que están 
en la senda correcta.
Ese chiste sobre el delantal de cuero que me dio ataque.
Estoy sobre las p***s y no dejaré hasta terminar.Gran trabajo fue el último. No le di tiempo a la Dama a gritar. 
Cómo me podrán alcanzar ahora. Amo mi trabajo y quiero empezar de 
nuevo. Pronto sabrán de mí con mis juegos ingeniosos.
Guardé un poco de preparado rojo en una botella de cerveza “Ginger” del último trabajo para utilizar el contenido escribiendo sobre el último trabajo, pero se seco y se transformo como en una gelatina y lo pudo usar.
Creo que la tinta roja será suficiente, ja,ja.
El próximo trabajo que realice cortaré los lóbulos de la dama y se los enviare a los jefes de la policía por jugar.
Retenga esta carta hasta que haga más trabajos, después entréguelos directamente. Mis cuchillos son tan lindos y filosos que quiero comenzar a trabajar ya, si es que tengo una oportunidad…Buena suerte.
Jack el destripador”


http://asesinosenseriecartasdejackeldestripador.com

sábado, 11 de mayo de 2013


Personalidad asocial

 

El término asocial se refiere a aquel individuo con una fuerte falta de motivación para participar en la interacción social y/o la preferencia por las actividades solitarias. El término asocial es distinto de antisocial ya que este último implica una aversión activa o antagonismo hacia otras personas o al orden social en general. Esta afección psicológica a menudo se confunde con la misantropía.
El individuo generalmente, como integrante de una sociedad, comparte con los demás determinados valores, normas, modelos y símbolos establecidos que facilitan la convivencia. Sin embargo, no todos los individuos presentan la misma adhesión a esas normas y valores. La adaptación al medio social implica diferentes grados de conformidad dependiendo de la sumisión o libertad de decisión del individuo y de la rigidez o tolerancia de la sociedad. Por ello, la adaptación social no implica necesariamente conformidad, sino que puede conllevar la innovación o modificación de los elementos que integran una determinada cultura o sociedad.

http://es.wikipedia.org/wiki/Asocial

viernes, 10 de mayo de 2013




Trastornos de personalidad

Los trastornos de personalidad son un conjunto de perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionalesafectivas,motivacionales y de relación social de los individuos.
Estos patrones de conducta son típicamente asociados con alteraciones sustanciales en algunas tendencias de comportamiento de un individuo, por lo general involucran varias áreas de la personalidad, y casi siempre se asocia con perturbaciones significativas en la esfera personal y social. Además, un trastorno de personalidad es inflexible y se extiende a muchas situaciones, debido en gran parte al hecho de que tales comportamientos anormales son los elementos de la conducta, pensamientos, impulsos, mecanismos y actitudes de una persona están de acuerdo con el Yo y con la totalidad de su personalidad; y por tanto, se percibe como adecuados por el afectado. 
Clasificacion:
El DSM-IV-TR menciona diez trastornos de personalidad, los cuales se agrupan en tres grupos:

Grupo A (trastornos raros o excéntricos)

Este grupo de trastornos se caracteriza por un patrón penetrante de cognición (por ej. sospecha), expresión (por ej. lenguaje extraño) y relación con otros (por ej. aislamiento) anormales.

Grupo B (trastornos dramáticos, emocionales o erráticos) 

Estos trastornos se caracterizan por un patrón penetrante de violación de las normas sociales (por ej. comportamiento criminal), comportamiento impulsivo, emotividad excesiva y grandiosidad. Presenta con frecuencia acting-out (exteriorización de sus rasgos), llevando a rabietas, comportamiento auto-abusivo y arranques de rabia.

Grupo C (trastornos ansiosos o temerosos)

Este grupo se caracteriza por un patrón penetrante de temores anormales, incluyendo relaciones sociales, separación y necesidad de control.